domingo, 13 de diciembre de 2009

Pero qué título quieres que le ponga yo a esto, cobarde.

Avenida Churchill, Addis Abbaba.
Un corazón muerto.
Dos coches.
Tres balas.
¿Y te estás preguntando que más te da?
Ya somos dos.
¿O dos eran los coches?
Sea lo que sea van a acabar como tú.
No como tú no, como tú.
Si si como tú.
Se que me estás leyendo.
Te jodes.
Volvemos a ser dos.
¿O te crees que me gusta que me leas?
Como los coches.
Dos.
O como los que éramos hace nueve líneas.
Como las nueve letras que cosen a Churchill en su tumba.
Entre cientos de tumbas.
Una como la del chico del corazón muerto.
Si, ese que tán poco nos importa.
Como tan poco importa nada de esto.
Ni del resto.
Más te vale.
Ahora basta.


TheShepherdOfTheTrees

martes, 8 de diciembre de 2009

HÚMEDA MISANTROPÍA

-Pase, Señor Palacios, el doctor le espera.-

Y aquel hombre adulto, bien vestido y empapado en lágrimas se levantó de ese incómodo asiento de plástico azul en el que había esperado una larga hora y media. Su estado, evidentemente, no era crítico. Mientras aún sollozaba, se fijó en los carteles de la sala: advertencias de embarazos, enfermedades y la cena de Navidad del personal de la clínica. Irían al chino de la calle 42. Vaya un glamur, pensó.

-Buenas tardes. Siéntese y dígame lo que le pasa, caballero.-

Pero aquel hombre rompió a llorar nada más cerrar la puerta. El doctor levantó, sorprendido, la mirada, dejando de escribir y prestando, por fin, verdadera atención a su paciente. Su llanto no revelaba ninguna herida, pero sí un dolor incontenible. Se había sentado tras la puerta, apoyado tristemente en el suelo, con las manos cubriendo su cara, roja, hinchada y rota de llorar.

-Santo Dios! Pero qué le ocurre?! Le duele a usted algo? Dígame-

El doctor se había levantado y se arrodilló frente al Señor Palacios, que exclamó algo incomprensible tras su llanto y su improvisada máscara.

-Cálmese. Cuénteme lo que le pasa, ande…- dijo el bueno del doctor apartándole las manos de la cara. – Para eso estamos los médicos, no? Para curar el dolor, no es así?- sin embargo, algo le decía que esto le superaba.

-No lo sé, doctor. Desde esta mañana que estoy así. No puedo parar de llorar. Todo me hace daño, todo cuanto veo, cada recuerdo, cada palabra que oigo, cada brizna de hierba de esos parques entre avenidas, la mirada del perro de mi odiosa vecina…todo me hace daño, comprende? Todo me entristece, incluso lo que ayer me hacía feliz: mis hijas, mi mujer, mi santa madre y sus consejos…Me he despertado llorando, y ya no he parado. Y lo peor es que no sé por qué, es que no tengo motivo. Pero todo me parece tan triste y tan frágil, tan hermoso que me da pavor y me pongo a temblar. La mirada de aquel niño a su padre, esta mañana en el metro…Los árboles, la selva…el hambre en el mundo, doctor! Por qué todo me hace sentir tan triste? Las criaturas que mueren, las guerras…esos campos de refugiados que vemos en la tele: antes seguía comiendo, pero ahora, sólo de pensar en ello…Dios mío, doctor, no puedo soportarlo! Cómo dejamos que todo esto ocurra? Si hemos creado la poesía, el arte…Toda esa sinrazón, esa injusticia. Me daba igual, y hoy me destroza por dentro. Doctor, qué coño me pasa? Todo me desgarra: la manera silenciosa y gélida con que nos cruzamos los humanos en las calles, nuestra mirada clavada en el suelo, distante. Perdidos en un Universo que no nos quiere. Buscándole sentido al mismo hecho de existir. Lloro porque no tengo un Dios al que rezar. Lloro porque no entiendo nada, porque esta cruda realidad me abruma…Pero doctor, es que no tengo motivo, todo me va bien…ayer yo estaba bien, contento, pensando en el partido de Champions. Y hoy, no puedo dejar de llorar. Todo me hace daño. Todo es hermoso y aterrador…- y en otra mueca de incomprensión y dolor, aquel hombre esbozó una lágrima más.

-Entiendo. Lo que usted tiene, amigo, es un ataque agudo de cordura. Y contra eso no hay cura. Vuelva a cerrar los ojos, no haga preguntas y búsquese una droga.