martes, 20 de octubre de 2009

SALIR


A la mañana siguiente todo es distinto: la luz reabre heridas viejas, y la frenética actividad tras la puerta me recuerda que no soy nada. A la mañana siguiente deja de tener sentido el haber salido. Solo queda la misma espuma en el desagüe, los mismos restos de una purga inútil, la sangre de mis sueños rotos y esparcidos por doquier.

Después de comer lo intento de nuevo, bajo la sombra protectora de un vinilo imaginario. Bajo el suave contoneo de la aguja sobre esos mágicos surcos en negros. Recuerdo entonces mi débil movimiento, la insustancial cara de alegría fingida, el ritmo incoherente y desaliñado, imperfecto y redundante.


Son los mismos gestos de auxilio que veo en todas partes, en cada baile y cada copa de 8 euros. Son las mismas ansias de algo indefinido e indefinible, inalcanzable para quienes sólo saben buscar, pero no encontrar. Es el mismo grito mudo que languidece y se ahoga tras el humo y las risas de papel.


A media tarde, cuando la anestesia empieza a funcionar, empieza también el mismo engaño, el mismo llanto, enterrado en los cajones. Empieza el rock a alimentar mi boca, a iluminar el camino de aquí a mañana, a marcar el paso en pos de la nada, de un falso todo momentáneo. Empiezan a latir mis venas.


Empieza entonces el baile de llamadas, de planes dibujados a carboncillo, de sonrisas en el aire y líneas torcidas al nacer. Entonces imagino la noche con el sol de mediodía, piernas y carteras de acero inoxidable y miradas seductoras y furtivas, con polvo de estrellas. Imagino lo que no es, pienso lo que a otros les basta con vivir.


Imagino entonces Madrid, las luces de la ciudad y la música elegante que desprenden mis sueños, vertidos sobre ella. Imagino el marrón de la pana y Malasaña, el negro y el cuero en una Gran Vía. Siento como hierve algo nuevo, bajo estas nuevas calles. Siento que bajo este cielo estrellado se mueven las vidas que me importan.


Y llegará la noche, puntual e implacable, y pensaré en el vacío a cada copa, a cada trago envenenado de imaginación. Tronarán los decibelios, pero hasta la música me parecerá mortal, tristemente esporádica; como cuadros desconchados en el salón de los espejos del tiempo, donde nada oculta el vacío.


Volverá la misma mañana otra vez, cubierta, hoy, de esa extraña sensación de domingo. Volverá el estómago a cerrarse y no habrá ni rastro de las risas de antaño. Solo ese gusto a hielo caldeado y brasas de anestésico. Solo esas ganas de escuchar Neil Young y no volver a empezar. Solo conmigo mismo.


Volverá la misma tarde. Volverá el eco de la destrucción y el murmullo de la reconstrucción, volverá la argamasa a secarse sobre las cenizas de ayer. Volverán a trazarse los caminos, y volverán pronto las golondrinas, con su canto, en primavera. Seguiremos subiendo y bajando, marcando el círculo a ras de suelo.


Y seguirán naciendo hadas, brujos y conjuros hasta el alba.
(FOTOGRAFÍA DE JUAN LUIS CABRERO)

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